martes, 7 de julio de 2015

Alexandra Flavia Marcu




No sé si fue el azar o el destino, pero tuve la suerte de conocer a Alexandra y a su familia el 30 de Junio de 2015 cuando ella todavía no había cumplido los 18 años.

Giluwe


Carmina y yo cruzábamos Europa y cuando llegamos a Rumanía entramos en contacto con su familia a través de una web de intercambio cultural llamada Couchsurfing. Ellos nos invitaron a pasar unos días en su casa en Almasu-Sec, un pequeño pueblo situado a muy pocos kilómetros de la ciudad de Deva.

Damavand


Antes de ir a aquella casa, no sabíamos que Alexandra empezaba a ser famosa por haber subido junto con su familia a míticas cimas por todo el mundo. Tampoco sabíamos mucho sobre nada relacionado con el alpinismo ya que ese no era el motivo de nuestro viaje. Nosotros solo queríamos conocer nuevos mundos, y eso implicaba conocer personas de los diferentes lugares por donde pasábamos.

Tuvimos suerte, pues cuando llegamos a aquella casa no conocimos a una alpinista. Conocimos a una persona. Conocimos a Alexandra.

Pico de Orizaba


Alexandra vivía junto a su familia de una forma humilde, en un lugar humilde. Ellos no alardearon de sus logros en la montaña en ningún momento. De hecho, nos costó varios días conocer su verdadero alcance mediático.

Kazbek


Después de unos días en los que esta familia nos brindó sus sonrisas, sus conocimientos del lugar, sus buenas costumbres y su corazón, fuimos a recorrer durante tres días las montañas de Rumanía.

Fue allí donde además de a la persona conocí a la alpinista Alexandra Flavia Marcu.

Alexandra dejó entonces de tener 17 años y encabezó la expedición con una madurez deslumbrante. Me llamó la atención su seguridad y su mirada tranquila. Su raciocinio a la hora de elegir los buenos caminos. Y su humildad cuando con giraba la cabeza buscando la opinión de su padre cuando ella lo necesitaba.

Tras los pasos de Alexandra, y sin saber nada sobre escaladores de montañas, intenté en el silencio sumergirme en su mentalidad de alpinista. Ella andaba con un ritmo que me pareció algo lento en algunas ocasiones, pero la regularidad de sus pasos era envidiable. También su sumo cuidado en las zonas peligrosas, evitando cualquier caída o torcedura de tobillo. Pensé que reservaba fuerzas incluso en los tramos más sencillos, lo cual creí que debía ser una cualidad imprescindible en la alta montaña.

En una zona de bajada que había unos maravillosos prados, Carmina y yo nos brindamos el placer de bajar la montaña corriendo. Ella no se inmutaba ni se dejaba seducir por nuestros arriesgados juegos y siguió con su ritmo como una guerrera imperturbable. Su juego no era ese instante. Su juego era la propia vida. Y para hacer cumbre en el juego de la vida, ella era consciente de que debía ser inteligente. Tomar el control poco a poco como la tortuga que venció al conejo. Sin pausas pero sin prisas.

Digno es de alabar también, la forma con la que Alexandra y su familia organizaron aquella expedición por las montañas de Rumanía con nosotros que tan solo unos días atrás eramos unos completos desconocidos para ellos. Sin dudarlo nos llevaron a cruzar ríos, cañones, duras rampas de montañas y senderos de cabras por los que era fácil despeñarse si uno no tiene cuidado. ¿Pero cómo sabían ellos que nosotros no íbamos a cometer unas imprudencia? ¿Cómo supieron que todo iba a salir bien?

No puedo saberlo con seguridad pero lo que si sé es que ellos tienen, en primer lugar, sentido común. En segundo lugar, una seguridad y una medida soberbia que hizo que nosotros también tuviéramos seguridad y midiéramos un poco nuestros pasos; nos impregnaron de su respeto por la montaña, pero nunca de su miedo.

En tercer lugar, creo que ellos tenían Fe. Fe en que todo iba a salir bien. Fe en Dios y Fe en nosotros.


Kilimanjaro


Después de aquella expedición, nos quedamos unos días más en casa de la familia de Alexandra y apreciamos cada buen gesto de ellos hacía nosotros.

Pronto íbamos a seguir con nuestro largo viaje por Europa, un viaje lleno de encuentros y desencuentros pero yo no quería olvidar todo aquello. Quería guardar todo aquello en mi corazón de una forma especial. Tenía que hacer algo para agradecer toda la sabiduría que nos brindaron sin pedir nada a cambio y quería saborear por siempre su amistad. No me valía darles las gracias y decirles adiós y escribí este articulo que aunque no describa todo lo vivido y experimentado con ellos va a quedar aquí registrado como símbolo del respeto que les tengo.

Y todavía no sé si fue por el azar o el destino, pero tuve la suerte de conocer a Alexandra y a su familia el 30 de Junio de 2015 cuando ella todavía no había cumplido los 18 años. Sea como fuere doy gracias al universo por ofrecerme este encuentro y espero todo lo mejor para esta gente que tanto me ayudó en mi evolución personal.

-Juan Manuel Marín, en su paso por Almasu-Sec (Rumanía)


Montblanc




Si no puedes ver este vídeo, te dejo el enlace para que lo veas tu mismo desde youtube:

https://www.youtube.com/watch?v=XhmFQ802nys

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Comenta que te parece esta entrada!