Por la mañana nos dispusimos a hacer una gran caminata desde Queralbs hasta Puigcerdà. Sabiamos que sería difícil llegar a nuestro destino, pues había más de 50 kilómetros, pero lo íbamos a intentar y además haciendo algún tramo a través del monte.
Desayunando.
Babosas gigantes.
Por la montaña habían muchos senderos y como no conocíamos los caminos, nos equivocamos en alguna ocasión. Al final aprendimos a seguir las marcas dejadas en los arboles, y casi como si de un juego se tratara, seguimos las lineas amarillas para no perdernos en el laberinto de senderos. Al final, llegamos a Ribes de Freser, pasando un buen rato de aventura y cruzando de paso dos pequeñas aldeas: Vilamanya y Batet.
Queralbs. Vista desde la montaña por donde caminábamos.
En las inmediaciones de Vilamanya. La vaca mira a los guiris de las mochilas.
Perdimos el camino bueno... y tuvimos que abrirnos paso.
¡Pero siguiendo las lineas amarillas no habría más perdidas!
Por Batet. Esta era una capilla dedicada a la Mare de Deu del Carme.
Carmina contemplando un campo de ortigas, que había por doquier.
Alguna de las casas de Batet
Ribes de Freser esta al fondo.
De Ribes de Freser nos dirigimos hacía Planoles sin casi parar a descansar... y claro, la fatiga empezó ha hacer mella. Ya cuando estábamos a la altura de Planoles, tuvimos suerte de conocer a una pareja de jóvenes que vivían en Puigcerdà y que se prestaron a llevarnos.
¡Misión cumplida! ¡Estamos en Puigcerdà!
Frank, un inglés que conocíamos por Couchsurfing, vino a recogernos y nos llevó a su casa, que esta en Err, un pueblecito muy pequeño que ya esta en Francía. Allí nos presento a su mujer, Marina y a sus hijos: Françis de 11 años, y Kim, de 4 años.
Estamos en una casa muy grande rodeados de buena gente. ¡No se puede pedir más!
Cenando en familia. Pedazo de tortilla de patatas que nos metimos entre pecho y espalda.
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