Cuando llegó la hora de los regalos, me sentí confuso, pues para mi ya era bastante regalo el estar todos reunidos aquella noche. Cuando me entregaron el paquete, sin todavía desenvolverlo, agarré un cuchillo y quería partirlo en trocitos para repartirlo entre todos.
El día después, tras reflexionarlo, me sentí avergonzado por mí forma de actuar. Aquel regalo, aunque yo no lo había pedido, era justo lo que necesitaba. Ellos me lo habían dado y yo tenía que aceptarlo como la mayor de las bendiciones. Además, era un regalazo. Una mochila de viajero muy técnica. Especial para el viaje que estaba preparando.
¡Gracias amigos!
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